viernes, 7 de septiembre de 2012

Mi casaaa



El extraterrestre de E.T. me había parecido siempre un poco moñas y un quejica. Pues bien, he cambiado de opinión. Yo también quiero volver a mi casa. Mi casaaa.

Ustedes creerán, como yo pensaba de E.T., que soy una moñas total. No es bueno hacer juicios sin tener todos los datos. Me gustaría saber cómo estarían ustedes si les hubieran dejado un mes entero encerrada con la cuñada. No la cuñada de ustedes, la cuñada de la jubilada.

En este periplo estival que se están dando me han llevado a algunos sitios pero en otros no permiten entrada de animales. Animales de cuatro patas, quieren decir, porque he visto yo cada animalada humana que p’a qué. Pero una es una gata y no puede presentar pliego de alegaciones.

Sé también que esa es la excusa, la razón principal es que el Heredero y la Miss se han ido a la playa con la Niña. Para que vea el mar, dicen. Pero que la niña no sabe lo que ve; son ganas de liarla. Naturalmente, la jubilada y el humano se han ido detrás. Y en esos casos ¿con quién se queda la gata? Con Esmeraldita.

Se lo digo como lo siento: mi humano es un santo varón pero con las mujeres no ha tenido mucha suerte. Su hermana por un lado y la jubilada por otro. No sé si me explico. Menos mal que me tiene a mí. Soy la única que le quiere desinteresadamente.

Esmeralda es lo más parecido a una cruz que te puede caer en la familia. No trabaja ni fuera ni dentro de casa, no ha tenido un mal novio que echarse a la biografía, no ha dado un paso por sí misma en la vida, es aficionada a enredar entre unos y otros, por el gusto de enredar y por no callar, más que por maldad. A cambio de todo ello es monárquica de la rama Sofía de Grecia.

Ustedes se dirán, ejemplares de ese tipo las hay a toneladas. Las habrá, no lo dudo, pero díganme cuántas de ellas hablan con la reina todos los días. Esa es la cuñada con la que me han dejado.

- Tu hermana está como una chota, no sé si es buena idea dejar a la gata con ella, dice la jubilada, con la dulzura que la caracteriza.

- Totalmente, admite el hermano. Como una chota pero indefensa, cuidará de ella y la servirá de entretenimiento.

Para lo que hemos quedado, me digo cuando se van, para entretener a la loca ésta. Lo confieso, dije la loca ésta por las veces que se lo tengo oído a mi humana pero ni de lejos sospechaba hasta qué punto. No me voy a extender mucho, sólo unas pinceladas y ya me dirán qué les parece.

Lo primero que hace la cuñada al levantarse es mirar las noticias en el teletexto para ver qué se publica de la casa real en general y de la reina en particular. Y, con el veranito que han tenido, raro era el día que no encontraba alguna noticia.

- Mira que es triste, que se haya tenido que llevar ella sola a los niños a Mallorca para que puedan bañarse, mientras los padres se quedan en Barcelona. ¿Qué tendrán que hacer los duques que no puedan acompañar a su madre? Ay, no, claro, si me lo tiene dicho Ella. Es que Juanito no quiere verle ni en pintura. A Iñaki, se refiere, que mira que es guapo y buen mozo el chico este pero, hija, nos ha salido un randa. Leticia es que se pone mala con solo oir su nombre. Este nos lleva a la ruina, él solito va a traer la república, dice. Y, claro, Felipe ¿qué va a decir?, lo mismo. Es que está muy enamorado, mi hijo, muy enamorado. Que nos amenazó con irse de casa si no le dejábamos casarse con ella. El rey se puso hecho una fiera, yo es que le mato, a este chico es que le mato, si ya me lo avisó el caudillo, mano dura, tú lo que tienes que tener es mano dura para meter en cintura a esta gente. Mira lo que nos pasa, mano dura teníamos que haber tenido con tu hijo.

Ella, así, con mayúscula, es la reina, por si no se han percatado y Esmeralda me lo cuenta como que la reina le hiciera confidencias cada noche a ella sola en rigurosa exclusiva. Que dan ganas de decirla, que la jubilada también compra el Hola y se ve Corazón, corazón, que hasta yo me conozco como están las cosas entre los hermanos y cuñados de la familia Borbón.

- Qué penita me da a mí esta mujer, sigue dándome la brasa. Qué mala suerte ha tenido en la vida. Porque, fíjate la hija mayor, que la cases con tanta ilusión, que fíjate que boda hicieron en Sevilla, con un noble de los de toda la vida, que ahora cualquiera quiere serlo pero Jaime es noble de rancia estirpe –se lo juro, ella dice de rancia estirpe- y que luego le salga así, como le salió. Después de haberle hecho dos hijos, cómo son los hombres, Poe, unos egoístas, que si él no la quería que no le hubiera hecho dos hijos a la pobre mujer. Y eso que tuvo un aborto, que podían haber sido tres. Bueno, tampoco es que ella le hiciera mucho caso, a ver, una chica joven y de buen ver (pero ¿dónde tiene los ojos esta mujer para decir que esa chica es de buen ver?, hombre por dior, que hasta yo sé distinguir), ¿qué va a hacer con un soso? Pues eso, darle aire.

Qué sabrás tú, pienso, más que nada para distraerme.  

Y luego, el marido, que eso sí que es una tragedia. Que te cases tan enamorada como ella se casó, que no hay más que verla en las fotos de la boda y que ella misma te lo dice, es que Juanito es el amor de mi vida. Porque Ella le llama Juanito, ya ves si es sencilla, porque otra cosa no será pero sencilla lo es del todo. Es una mujer con la que puedes hablar de lo que quieras, es culta, inteligente, guapa, educada. Claro, no va a serlo si es hija del rey de Grecia. Eso se nota, no como la pobre Leticia, que demasiado hace la criatura para estar a la altura pero no es lo mismo nacer hija y nieta de reyes que hija de una sindicalista y nieta de un taxista. No es lo mismo, las cosas como son.

Así todo un mes. A veces se le va el hilo y creo que se ha olvidado del asunto pero ella vuelve a lo suyo.

- Que no hay derecho, por muy rey que sea, no hay derecho que la humille de esa manera a la pobre mujer. Que no sabes tú lo que tiene llorado cada noche, cuando se queda sola. Porque, para que te enteres, no duermen juntos. Hace años que cada uno tiene su habitación y su cama. Pues cuando se queda sola, ella no hace más que repetir, pero ¿por qué me hace esto a mí? ¿A mí, que soy la reina? Eso me pregunto también yo, ¿por qué le hará eso a Ella, con lo buena persona y lo maja que es? Pero los hombres, ya se sabe, van a lo suyo. ¿Por qué te crees que no me he casado yo?

Mayormente, porque nadie se lo ha propuesto, pero no la interrumpo ¿Para qué?

- Porque no quiero que me pase como a Ella, que se tenga que ver a la otra en las portadas de todos los periódicos y leer que en España hay dos reinas. Vamos, ¿dónde se ha visto una cosa asi? Que vaya papelón, que te llamen del Boswana para decirte que tu marido se ha estrompado cuando estaba con otra más joven que tu. Que luego quisieron taparlo con lo del safari y lo del elefante pero él estaba a lo que estaba, que lo sé yo.

Peor aún es cuando salió el Hola con los príncipes herederos y las dos infantitas en Mallorca. Que aquello es como que te echaran azúcar por encima y te refrotaran. Toneladas de azúcar. Puaf.

- ¿A quién crees tú que se parece Leonor?, me pregunta un día. Es de las veces que más he sentido no tener voz humana para decirle: al repartidor del butano. A ver si así le da un patatús, se calla y me deja en paz de una vez.

- Me la podíais dejar a mí, que la entiendo y la cuido mejor que vosotros, propone la cuñada cuando mis humanos vuelven del viaje.

 



Mi humano se calla y yo me pongo en lo peor. Les miro con cara de angustia. No, la angustia no vale para este momento. Me acuerdo del gato con botas de Shreck y pongo ojitos a mi humana.

- Pero ¿qué dices? Si la gata es como de la familia, ya te la hemos dejado bastante, oigo a la jubilada.

 

No doy saltos porque no estoy para alardes y para no dar pistas pero me siento como la gata amiga del gato con botas. Ah, de paso, les informo que Esmeralda se da un aire a Fiona.

- Tu hermana está como una chota, lo que yo te diga, dice la jubilada cuando ya estamos en el coche. Te cuenta las cosas de la reina como si hablara con ella.

- A lo mejor habla, por falta de tiempo y de dedicación no será, responde él, La jubilada le rie la broma.

¿Broma? A ver si es contagioso.

martes, 4 de septiembre de 2012

Con la Benemérita hemos vuelto a topar




No saben ustedes qué veranito me están dando mis humanos. A la jubilada y al humano les ha entrado una especie de hormiguillo que les impide quedarse quietos en ninguna parte y se han echado a la carretera como si fueran adolescentes. He perdido la cuenta de los kilómetros recorridos. Media España y una esquina de Francia, no les digo más.

Mi humano es un hábil conductor, aunque solo sea porque lleva más de 50 años sobre ruedas: en bici, en carro, en tractor, en moto, en coche.

- Conduce con mucha seguridad y tiene buenos reflejos, asegura la jubilada cuando alguien protesta por alguna maniobra o por la velocidad.

- Ay, mi niña no vuelve a ir con vosotros, que le va a dar vértigo, protesta la Miss. Pero la Miss está en modo protesta y no le hacen mucho caso.

- A ver con quién va a estar la niña más segura que conmigo, se defiende mi humano. La Miss no responde porque va lívida. La jubilada va en modo “sí cariño”, como suele.


Mi humano es un hábil conductor, decía, pero con un hándicap. La Benemérita Guardia Civil la tiene cogida con él. Tanto es así que, cuando se encuentran un coche patrulla en la carretera mi humana le dice invariablemente:

- Párate en el arcén hasta que nos pierdan de vista.

Unas veces lo hace y otras se viene arriba y sigue. Resultado: una multa por año. A cual más injusta. Ninguna le quita puntos, sólo la paciencia y un mínimo de 100 euros. El impuesto revolucionario, lo llama la jubilada.

Hace dos años, iba por la autovía A-1 a su velocidad de crucero cuando se encontró en el carril izquierdo con un vehículo que circulaba a 60 kilómetros, impidiendo adelantar a los coches que le seguían. Permaneció así un rato hasta que le pudo la impaciencia y dio una ráfaga al coche de delante. Automáticamente, apareció una mano por la ventanilla del coche lento y de la mano una lucecita que identificaba al vehículo como de la Guardia Civil. 100 pavos.

Luego se enteró de que en esa zona la patrulla utilizaba la misma maniobra para hacer pasar por caja a incautos.

- Te han pillado como un pardillo, le dijo el Heredero.

- Pienso recurrir, respondió mi humano.  

Recurrió, efectivamente, y el Cuerpo le respondió que tenía mucho gusto en cartearse con él las veces que fuera menester pero que no le devolvía ni un céntimo.

En otra ocasión, les pararon mientras mi humana andaba enfrascada en el mapa de carreteras buscando una vía para volver a casa. Un civil joven al mando y uno mayor de segundo.

- Va usted distraído, dijo el guardia civil joven a mi humano.

- Voy atento y prueba de ello es que no me he salido del carril, respondió éste.

- Era yo quien iba mirando el mapa, mi humana se vio en la necesidad de intervenir.

- Pero mi mujer no conduce, conduzco yo, argumentó mi humano.

- Su mujer… o lo que sea, empezó el civil su discurso.

- Vamos a ver, le cortó mi humano, si cree que he incumplido alguna norma de la circulación sancióneme pero si no, déjeme seguir mi camino y siga usted el suyo.

Se libró porque el civil joven se percató de que había metido la pata. Es la excepción anual.

- Lo que más rabia me da, se queja mi humana, es de que la única verdad siempre es lo que ellos dicen. Es como si tuviésemos que pagar el impuesto revolucionario anual.

El impuesto de este año estaba escrito en las estrellas porque ni siquiera teníamos que pasar por aquella carretera pero se nos despistó la entrada de la autopista y cuando nos dimos cuenta estábamos en la N-II.

De pronto, nos topamos con una pequeña caravana. ¿A qué se debe la retención? Exactamente: a que va la Guardia Civil. Todos quietos.

- Tú tranquilo, aconseja la jubilada.

Tranquilo, pero va adelantando posiciones hasta que se queda detrás de la furgona que, a su vez, va detrás de dos camiones de gran tonelaje. Al cabo de un tramo se abre una recta y mi humano hace indicación de adelantar e inicia la maniobra. Cuando está adelantando en mitad de la carretera, la furgona da las luces de adelantamiento y sale del carril pero se percata de la maniobra de mi humano y vuelve a su posición.

- Échate para atrás que estos no te perdonan que les adelantes, dice la jubilada (que más sabe el diablo por viejo, etc, lo reconozco).

Pero mi humano, que cuando tiene razón es un poco echao p’alante, adelanta a la furgona y a los dos camiones antes de la prohibición de adelantar.

- Un poco justo has ido, comenta la humana.

- Me han sobrado 100 metros por lo menos, a pesar de que el tonto del culo de guardia me ha cortado la maniobra, responde el conductor.

Cien metros no, pero alguno sí le ha sobrado. Los humanos siguen adelante deleitándose en el paisaje hasta que, varios kilómetros y un buen rato después la furgona nos alcanza, nos adelanta y nos hace ademán de parar.

- Cagüen la leche, con lo bien que íbamos, dice la humana.

- Y lo bien que vamos a seguir yendo porque no he cometido ninguna infracción, asegura mi humano.

Aparcamos –la furgona y nosotros- en una rotonda. Provincia de Zaragoza, reza un cartel junto al coche de la Guardia Civil.

- No te pongas chulito ni discutas con él, déjale que se luzca si quiere, aconseja mi humana.

- Yo no me pongo chulito nunca, pero este no se ríe de mí, asegura mi humano.

De la furgona sale un civil entrado en años y se dirige a nosotros como Gary Cooper en “Solo ante el peligro”, deleitándose en la escena.

- A ver, la documentación.  

- ¿Por qué me para, si puede saberse?, pregunta mi humano.

- Porque ha pisado la línea continua al adelantar, responde el civil.

- No señor, no la he pisado, a pesar de que usted me ha dificultado la maniobra.

- Yo no le he dificultado nada. Usted ha pisado la línea continua porque ya iba justo al adelantar, insiste el Cooper civil.

- Déjalo, no discutas, repite mi humana en voz baja.

- No voy a consentir otra vez que se salgan con la suya, se lamenta mi humano.

Le da la documentación, el civil la coge y vuelve a la furgona como si desfilara para la Cibeles Fashion Week.

- No te sulfures, tengamos la vuelta en paz, repite la humana.

- ¿Que no me sulfure? No he pisado la raya, se ponga como se ponga este tío.

- Pues díselo pero no vocees.

- No voceo.

- Sí voceas, me estás voceando a mí, dice la humana.

- No voceo, estoy hablando en alto.

Los civiles se lo toman con calma. En la linde de la provincia de Zaragoza cae un sol de plomo que sube la temperatura en el coche parado. Mi humano emplea el tiempo en jurar en arameo contra la Guardia Civil en general y contra el civil que le ha tocado en desgracia en particular. 

- Tú ponte así, verás como terminamos, advierte la humana.

El civil baja de la furgona y se dirige de nuevo hacia nosotros, mete la mano por la ventanilla del conductor y le entrega un papelito que mi humano ni mira. Se baja del coche y ambos discuten a gritos.

- Ni se imagine que pienso aguantarme que me multe porque a usted le dé la gana.

- Pues no se aguante y no le multo porque me da la gana sino porque ha pisado la línea continua, responde el civil.

- No he pisado la línea continua, no la he pisado, diga usted lo que quiera, repite mi humano a voz en cuello.

- Y dé gracias que ha dado conmigo, que si da con otro compañero le pone otra multa por no haber dejado la suficiente distancia entre el camión y su coche al adelantar.

- Estoy hasta los cojones, mire lo que le digo, hasta los cojones de tener que aguantar que lo que ustedes digan sea la única verdad, sigue mi humano.

El civil le mira como si oyera llover. Mi humana se baja también y va hacia la furgona, de la que sale el segundo civil, un hombre más joven, con gafas, que lleva varias fotos en la mano.

- Que no he pisado la línea continua le estoy diciendo.

- Yo voy a veces en el helicóptero y desde arriba se ven bien las maniobras, mire, dice el civil joven mostrando una de las fotos en la que se ve a un coche invadiendo el arcén contrario en zona prohibida.

- ¿Que yo he adelantado así? ¿Que yo he adelantado en prohibido el adelantamiento?, grita mi humano.

- No, quiero decir que desde arriba se ve todo.

Hasta mi humana interviene.

- Yo no conduzco pero puedo asegurarles que no hemos pisado la raya continua, dice.

- Usted puede decir lo que quiera, pero yo digo que sí la ha pisado y eso es lo que va a misa, responde el civil mayor, en plan autoridad competente.

Mi humano y éste se van calentando en la discusión que a poco tiene que separarles mi humana. A cambio, se pone trascendente.

- Mire, venimos de unas vacaciones estupendas que ustedes no nos van a amargar pero esta noche, cuando se vayan a la cama, los dos sabrán que la multa es injusta y que no han dicho la verdad.

- Esta noche dormiremos bien tranquilos, dice el civil joven. Mi humana le mira conmiserativamente, como diciendo vaya luces que te ha dado la providencia, majo.

Por fin, la humana agarra del brazo al conductor y ambos vuelven al coche. Cuando ya se ha abrochado el cinturón, se pone las gafas, coge el papelillo y lee: 200 euros.

- ¿Cagüen la madre que le parió!, brama la humana, pero sigue leyendo la papela.

- 100 euros si la pagas antes. 

- No pienso pagar esa multa, voy a hacer un recurso y no la pago. Estoy hasta los cojones de estos tíos.

- Muy bien, tú haces los recursos que te parezcan pero primero pagas los 100 euros, antes de que se conviertan en 300.

- Que no pago, repite mi humano como un mantra.

- Mira que te he dicho que no te pusieras chulillo, reprocha la humana.

- ¿Yo me he puesto chulillo? ¿Yo?

- Los dos. Como dos adolescentes, a ver quién la tiene más larga. Mi humana cuando se pone fina dice esas cosas, no crean.

- Bueno, si nos vamos a poner así, mejor lo dejamos, propone el humano.

- Mucho mejor, donde va a parar, acepta la humana.

Al cabo de un rato, el conductor vuelve a la carga.

- Es que siempre me van a tocar a mí los más merluzos del cuerpo.

- Pues da gracias. Peor sería que nos tocaran los abnegados, esos que se dejan la piel rescatando viajeros de la nieve o sacando heridos y muertos de coches destrozados, concluye mi humana.